5 razones por las que un católico debe formarse en la fe.

1. Porque conociendo la fe se le ama

“Conocer nuestra fe para amarla, porque nadie ama lo que no conoce. Los católicos debemos conocer los contenidos de nuestra fe, porque la fe no es esencialmente un sentimiento sino que es la adhesión de todo nuestro ser a un conjunto de verdades”, explicó Echandía.
Por lo tanto, añadió, “debemos para ello conocer a fondo la fe de la iglesia. La fe que no se conoce, no se ama”.
2. Porque aprendemos a vivir cristianamente
Si queremos servir al Señor y amar a la Iglesia debemos esforzarnos por formarnos integralmente ¿Cómo podemos vivir cristianamente si no sabemos lo que es nuestro cristianismo? Esta formación no puede ser superficial sino encarnada e integral. Conocer y amar para vivir.
3. Porque debemos dar razón de nuestras creencias
El experto manifestó que para compartir nuestra fe debemos aprender a dar razón de lo que creemos.
“San Pedro invitaba a los cristianos a que ‘estén siempre dispuestos a dar a todos los que le pidan la razón de su esperanza’ (1 Pe 3,15). Estas palabras también se aplican a nosotros. Mostrar nuestra convicción con argumentos”, precisó.
4. Porque nos permite defendernos
La formación del cristiano es especialmente necesaria en nuestro tiempo ya que vivimos en un ambiente contrario a la fe. Se atacan nuestras creencias y valores a través de la prensa, el gobierno de turno, etc.
5. Porque nos ayuda a dialogar con aquellos que están alejados de la Iglesia
Finalmente, aseguró que formarnos ayudará al diálogo con los hermanos separados y de otras religiones.
“La mejor manera de dialogar es saber bien cuál es nuestra fe y saber encontrar los puntos que tenemos en común y los que nos diferencian”, concluyó el experto.

GERONIMO EL APACHE ERA CATÓLICO Y HABLABA EN ESPAÑOL

 Gerónimo, el legendario líder apache, era católico y hablaba español

Estamos acostumbrados a ver en los Western de Hollywood que en la conquista del Viejo Oeste, las caravanas debían enfrentar un territorio inhóspito plagado de tribus salvajes que pronunciaban gritos ininteligibles mientras se llevaban la mano a la boca.
Pero estas películas olvidan que para la conquista del “salvaje oeste” ya habían pasado cientos de años de convivencia entre aquellas etnias y el dominio español primero y la República mexicana después.
Las primeras expediciones españolas a Kansas, el cañón del Colorado y el sudoeste del actual Estados Unidos, datan de 1540 encabezadas por Vasquez de Coronado. Este territorio ya tenía unos 3 siglos de tradición hispana para la época de Buffalo Bill, Toro Sentado, Gerónimo y la fiebre del oro del siglo XIX.
Por ello, no es de sorprender que en la zona ya se hablaba el español y muchos de sus habitantes se habían convertido al cristianismo, uno de ellos, el legendario Gerónimo, según ha sido revelado en el reciente descubrimiento de las partidas de bautizo de Gerónimo y sus padres (Apaches. Fantasmas de Sierra Madre, M. Rojas, 2008).
La leyenda de Gerónimo nace después de sobrevivir una incursión de militares mexicanos en su campamento. Desde ese día empezó a escuchar a los espíritus que le pedían defender la vida de su pueblo. Entonces encabezaría una serie de ataques contra el ejército mexicano y colonos que luego desembocaban en una fuga imposible. Los apaches y mexicanos afirmaban que no era un simple mortal y él mismo llegó a decir que no existía bala capaz de matarle.
Una y otra vez lo atraparon y en todas lograba fugarse acrecentando más su leyenda. Lo llegaron a perseguir hasta 5000 soldados estadounidenses y 3000 mexicanos.
Según el mexicano Alvaro Enrigue (Ahora me rindo y esto es todo), Gerónimo era más mexicano que la “salsa verde” y la colonización no encontró un salvaje Oeste lleno de tribus hostiles sino un mundo hispano mestizo donde el Virreinato de Nueva España había reconocido su derecho de propiedad sobre la tierra que luego negaron los colonos estadounidenses, apoyados por una República de México luchaba por consolidarse luego de su independencia.
Una vez más, el imaginario colectivo es formado por las fantasías de Hollywood antes de la verdad histórica, una Historia hispanomestiza que pareciera quieren borrar.
Fuente: El silencio tiene un precio, María Elvira Roca Barea, 2018

LA IGLESIA NO CONDENA LA VIDA MILITAR

 "Lo cierto es que ni Cristo ni los apóstoles condenaron la vida militar. Y si todo el Antiguo Testamento está recorrido por paradigmas heroicos de recio perfil épico, es el mismo Cristo Nuestro Señor, ya en la plenitud del Nuevo Testamento, el que anuncia una vez y para siempre, que no ha venido al mundo a traer la paz, sino la espada (Mt. 10,34). Y es el mismo Cristo, al que la tradición eclesial supo representar en la figura de un guerrero, el que a la hora de poner un ejemplo perdurable de Fe, lo encuentra en un centurión romano. Y no justamente porque éste hubiera abdicado de

su estilo castrense, sino precisamente, porque proyectó en su adhesión a Dios, la misma disciplina, el mismo sentido jerárquico, la misma actitud obediencial y reverente que en su conducta de soldado: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa. Por eso, ni me he atrevido ir a Ti. Di una sola palabra y mi siervo quedará curado. Porque yo, que soy hombre sujeto al mando, tengo a mis órdenes soldados, y digo a éste: Ve, y va; y a otro: Ven, y viene; y a mi siervo: haz esto, y lo hace. Al oírlo, Jesús se maravilló de él y volviéndose a la multitud que le seguía dijo: Os digo que ni en Israel he encontrado fe como esta" (Lc 7, 1-10).


Así, a despecho de tanto sentimentalismo pacifista, este centurión, tal vez el primer caballero cristiano de la historia, se convierte en ejemplo digno de imitación. Y siguen siendo sus palabras las que decimos antes de recibir la Sagrada Forma: "Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa..." Es igualmente cierto que soldados fueron los miembros de la guarnición de Cesárea, en la costa del Mediterráneo, que colaboraron con Pedro cuando éste va a evangelizar más allá de Palestina (Hechos 10, 1-48). Como soldados son los amigos de Pablo en Filipos, con los que se construye la primera comunidad cristiana de Europa (Hechos 61, 25-34)


Y serán hombres de armas infinidad de santos, reyes, mártires y papas que a lo largo de veinte siglos ofrendaron sus vidas para mejor gloria de Dios. Porque la Iglesia no es esa "mugrienta pereza disfrazada de idealismo", ni la milonga y los ósculos vagabundos, ni los cánticos sensibleros y las palomas de la ONU. La Iglesia es Lepanto y las Cruzadas, es Covadonga y Roncesvalles, es el Alcázar de Toledo y la Gesta de los Cristeros. Es la legión de capellanes repartiendo escapularios a la tropa. Es el Rosario en el campo de batalla y la empuñadura en Cruz de los sables enhiestos...


"Cruz y Fierro, la tradición cristiana desde su origen reunía el ascetismo y la Caballería en equilibrio de sapiencia humana." 


— J. Norberto Ferro/ Prólogo a "La Caballería" por Alfredo Sáenz S. J.

FORMAS DE PENITENCIA INTERIOR: AYUNO Y ABSTINENCIA

Para lograr el arrepentimiento, alejarse del pecado y volverse a Dios, se es necesario alguna forma de penitencia, sin la cual al Cristiano le es difícil permanecer en el camino angosto y ser salvado ( Jer 18:11, 25:5; Ez 18:30, 33:11-15; Jl 2:12; Mt 3:2; Mt 4:17; He 2:38 ). Cristo mismo dijo que sus discípulos ayunarían una vez que El partiera (Lc 5:35). La ley general de la penitencia, por ello, es parte de la ley de Dios para el hombre.


La Iglesia por su parte ha especificado ciertas formas de penitencia, para asegurarse de que los católicos hagan algo, como lo requiere la ley divina, y a la vez hacerle más fácil al católico cumplir la obligación. El Código de Derecho Canónico de 1983 que específica las obligaciones de los Católicos de Rito Latino ( Los Católicos de Rito Oriental tienen sus propias prácticas penitenciales como se especifica en el Código Canónico de las Iglesias Orientales ).


Canon 1250 En la Iglesia universal, son días y tiempos penitenciales todos los viernes del año y el tiempo de cuaresma.

Canon 1251 Todos los viernes, a no ser que coincidan con una solemnidad, debe guardarse la abstinencia de carne o de otro alimento que haya determinado la Conferencia Episcopal; ayuno y abstinencia se guardarán el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo.

Canon 1252 La ley de la abstinencia obliga a los que han cumplido catorce años; la del ayuno, a todos los mayores de edad, hasta que hayan cumplido cincuenta y nueve años. Cuiden sin embargo los pastores de almas y los padres de que también se formen en un auténtico espíritu de penitencia quienes, por no haber alcanzado la edad, no están obligados al ayuno o a la abstinencia.

Canon 1253 La Conferencia Episcopal puede determinar con más detalle el modo de observar el ayuno y la abstinencia, así como sustituirlos en todo o en parte por otras formas de penitencia, sobre todo por obras de caridad y prácticas de piedad.

La Iglesia tiene por lo tanto, dos formas oficiales de prácticas penitenciales - tres si se incluye el ayuno Eucarístico de una hora antes de la Comunión.


Abstinencia 

La ley de abstinencia exige a un católico de 14 años de edad y hasta su muerte, a abstenerse de comer carne los Viernes en honor a la Pasión de Jesús el Viernes Santo. La carne es considerada carne y órganos de mamíferos y aves de corral. También se encuentran prohibidas las sopas y cremas de ellos. Peces de mar y de agua dulce, anfibios, reptiles y mariscos son permitidos, así como productos derivados de animales como margarina y gelatina sin sabor a carne. Los Viernes fuera de Cuaresma, la Conferencia de Obispos de USA obtuvo permiso de la Santa Sede para que los Católicos en los Estados Unidos pudieran sustituir esta penitencia por un acto de caridad o algún otro de su propia escogencia. Ellos deben llevar a cabo alguna práctica de caridad o penitencia en estos Viernes. Para la mayoría de las personas la práctica más sencilla para cumplir con constancia, sería la tradicional de abstenerse de comer carne todos los Viernes del año. En Cuaresma la abstinencia de comer carne los Viernes es obligatoria en Estados Unidos así como en otro lugar.


Ayuno 

La ley de ayuno requiere que el católico desde los 18 hasta los 59 años reduzca la cantidad de comida usual. La Iglesia define esto como una comida más dos comidas pequeñas que sumadas no sobrepasen la comida principal en cantidad. Este ayuno es obligatorio el Miercoles de Ceniza y el Viernes Santo. El ayuno se rompe si se come entre comidas o se toma algún líquido que es considerado comida (batidos, pero no leche). Bebidas alcohólicas no rompen el ayuno; pero parecieran contrarias al espíritu de hacer penitencia. 

Aquellos excluídos del ayuno y la abstinencia Aparte de los ya excluídos por su edad, aquellos que tienen problemas mentales, los enfermos, los frágiles, mujeres en estado o que alimentan a los bebés de acuerdo a la alimentación que necesitan para criar, obreros de acuerdo a su necesidad, invitados a comidas que no pueden excusarse sin ofender gravemente causando enemistad u otras situaciones morales o imposibilidad física de mantener el ayuno.

Aparte de estos requisitos mínimos penitenciales, los Católicos son motivados a imponerse algunas penitencias personales a si mismos en ciertas oportunidades. Pueden ser modeladas basadas en la penitencia y el ayuno. Una persona puede por ejemplo, aumentar el número de días de la abstención. Algunas personas dejan completamente de comer carne por motivos religiosos (en oposición de aquellos que lo hacen por razones de salud u otros). Algunas ordenes religiosas nunca comen carne. Igualmente, uno pudiera hacer más ayuno que el requerido. La Iglesia primitiva practicaba el ayuno los Miércoles y Sábados. Este ayuno podía ser igual a la ley de la Iglesia (una comida más otras dos pequeñas) o aún más estricto, como pan y agua. Este ayuno libremente escogido puede consistir en abstenerse de algo que a uno le gusta- dulces, refrescos, cigarillo, ese cocktail antes de la cena etc. Esto se le deja a cada individuo.

Una consideración final. Antes que nada estamos obligados a cumplir con nuestras obligaciones en la vida. Cualquier abstención que nos impida seriamente llevar adelante nuestro trabajo como estudiantes, empleados o parientes serían contrarias a la voluntad de Dios.

LA IGLESIA CATÓLICA ES LO MÁS GRANDE DEL MUNDO

 «No hay en el mundo nada más grande que la Iglesia Católica. A pesar de las terribles persecuciones que ha padecido, en los casi dos mil años que lleva de existencia, siempre ha triunfado. No ha habido religión más perseguida, ni tampoco más victoriosa. Los grandes imperios y los crueles perseguidores han pasado, pero ella sigue en pie. Es que Cristo le prometió que duraría hasta el fin del mundo, y que los poderes del infierno nunca podrían vencerla . La Iglesia podrá ser combatida, pero jamás será vencida.


Muchos perseguidores de la Iglesia han afirmado que acabarían para siempre con ella. Sin embargo, ellos fueron los que acabaron; no la Iglesia. Lo mismo ocurrirá con todos los perseguidores del presente y del futuro.


Los emperadores romanos, Nerón, Decio y Diocleciano, martirizaron a miles de cristianos.


Ellos tres están en la tumba, y el cristianismo sigue en pie dos mil años después. También Hitler y Stalin quisieron acabar con el catolicismo. Ellos están en la tumba, y la Iglesia Católica sigue en pie.


Lo mismo pasará con los que hoy combaten a la Iglesia en España [y en todas las partes del mundo]. Todos ellos irán a la tumba y la Iglesia quedará en pie, pues Cristo ha prometido que ella durará hasta el fin de los tiempos, y contra Dios no puede nadie»


-Para Salvarte, P. Jorge Loring SJ.

EVANGELIZACIÓN DEL TERRITORIO GRINGO

 “Nuevo Méjico y Arizona, verdaderos países de maravillas de los Estados Unidos, fueron descubiertos, como es sabido, en 1539, por aquel misionero español a quien todos los jóvenes americanos debieran recordar con veneración: Fray Marcos de Nizza (…). Nuevo Méjico fue por espacio de trescientos cincuenta años, y lo es aún hoy día, en su mayor parte un páramo salpicado de unos pocos pequeños oasis (…), cientos de miles de millas cuadradas donde el viajero fácilmente muere de sed y donde todos los años hay infelices víctimas de ese horrendo martirio (…). Cuando el colono o el misionero español salía de Nueva España para atravesar un desierto de mil millas y sin caminos, con rumbo a Nuevo Méjico, su vida se hallaba en constante riesgo, y no pasaba un día en que no se hallase en peligro en aquella provincia salvaje. Si conseguía no morir de sed o de hambre durante el camino; si no perecía a manos de los apaches, se instalaba en el vasto erial, lejos de cualquier otro hogar de gente blanca. Si era misionero, se quedaba, por regla general, solo con un rebaño de centenares de indios (…).

Los varios sacerdotes que Coronado llevó consigo a Nuevo Méjico, en 1540, hicieron muy buena labor catequista; pero pronto fueron muertos por los indios (…). Los españoles, por lo que toca a la construcción de hogares, se vieron limitados, por las imposiciones del desierto, al valle del Río Grande (…), pero sus misioneros no reconocieron ese límite. Donde las colonias no podían vivir, ellos podían orar y enseñar, y muy pronto empezaron a penetrar en los desiertos que se extienden a gran distancia a ambos lados de aquella estrecha faja de tierra colonizable. En Zuni, muy al oeste del río, y a trescientas millas de Santa fe, los misioneros se habían establecido ya por el año 1629 (…). Los misioneros también cruzaron las montañas del este del Río Grande, y establecieron misiones entre los Pueblos que vivían al borde de las grandes llanuras (…). Las iglesias de Cuaray, Abó y Cabirá son las ruinas más grandiosas que hay en los Estados Unidos, y mucho más hermosas que muchas que los americanos van a admirar al extranjero (…). Un siglo antes del nacimiento de los Estados Unidos, habían construido los españoles, en uno de nuestros territorios, medio centenar de iglesias permanentes, casi todas de piedra, y casi todas expresamente para beneficio de los indios. Esa labor de los misioneros no ha tenido igual en ningún otro punto de los Estados Unidos hasta el presente; y en todo el país no habíamos construido en aquel tiempo tantas iglesias para nosotros mismos.

Una ojeada a la vida de los misioneros que iban a Nuevo Méjico por entonces, antes de hubiese quien predicase en inglés en todo el hemisferio de occidente, presenta rasgos que fascinan a cuantos admiran el heroísmo solitario, que no necesita ni aplauso ni espectadores para mantenerse vivo. Ser valiente en campo de batalla o en casos de excitación parecida es muy fácil; pero es cosa muy distinta hacer una heroicidad cuando nadie la presencia y en medio, no tan sólo de peligros sino de toda clase de penalidades y obstáculos (…). Llegado al Nuevo Méjico después de una peligrosa jornada, el misionero se dirigía a Santa Fe. Allí su superior no tardaba en designarle una parroquia, y volviendo la espalda a la pequeña colonia de sus compatriotas, el buen fraile recorría a cien cincuenta, cien, o trescientas millas, según el caso, hasta llegar a su nuevo y desconocido puesto. Algunas veces le acompañaba una escolta de tres o cuatro soldados españoles; pero a menudo tenía que hacer aquel peligroso recorrido enteramente solo. Sus nuevos feligreses lo recibían unas veces con una lluvia de flechas, y otras con un hosco silencio. Él no podía hablarles, y tampoco ellos a él, y lo primero que tenía que hacer era aprender su extraña lengua (…) Si decidían matarle, le era imposible hacer resistencia. Si rehusaban darle alimento, tenía que morirse de hambre (…) No creo que la historia presente otro cuadro de tan absoluta soledad, desamparo y desconsuelo como era la vida de aquellos mártires desconocidos, y por lo que toca a peligros, no ha habido hombre alguno que los haya arrostrado mayores (…). Y no eran pocas sus tareas. No tan sólo tenía que convertir a aquellos paganos al cristianismo, sino además enseñarles a leer y escribir, a cultivar mejor sus tierras y, en general, a trocar su barbarie por la civilización (…) Veinte diferentes poblaciones asesinaron a sus respectivos misioneros. Algunas reincidieron en el crimen varias veces. Hasta el año 1700, cuarenta de esos pacíficos héroes grises habían sido inmolados pro los indios en Nuevo Méjico (…) .

En 1629, Fray Juan Ramírez salió solo de Santa Fe para fundar una misión en la encumbrada ciudad de Acoma. Se le ofreció una escolta de soldados, pero él la rehusó y salió a pie, enteramente solo y sin más armas que su crucifijo. Recorriendo con dificultad su penoso y arriesgado camino, llegó al cabo de muchos días al pie de la gran isla de roca, y empezó el ascenso. En cuanto los indios vieron a una persona extraña, corrieron hasta el borde del risco y le lanzaron una lluvia de flechas, algunas de las cuales atravesaron su hábito. En aquel momento, una niña de Acoma, que estaba en el mismo borde de la ingente roca, se asustó y perdiendo el equilibrio se despeñó. Pero quiso la Providencia que sólo cayese unas cuantas yardas sobre un reborde arenoso cerca de donde estaba Fray Juan, y donde no podían verlos los indios, quienes supusieron que había caído hasta la sima. Fray Juan se acercó a recogerla y la llevó sana y salva hasta arriba, y al ver este aparente milagro, los salvajes quedaron desarmados y lo recibieron como a un mago. El buen hombre vivió solo en Acoma más de veinte años, amado por los naturales como un padre, y enseñando a sus conversos con tanto éxito, que con el tiempo muchos de ellos sabían el catecismo y podían leer y escribir en español. Además, bajo su dirección y con muchísimo trabajo construyeron una gran iglesia. Cuando murió, en 1664, los acomas, que habían sido los indios más feroces, llegaron a ser los más dóciles de Nuevo Méjico y los más adelantados en civilización. Pero pocos años después de su muerte, ocurrió el levantamientos de los indios Pueblo, y durante las largas y desastrosas guerras que se siguieron, fue destruida la iglesia y desaparecieron, en gran parte, los frutos del trabajo del valiente Fray Juan. En aquella rebelión, Fray Lucas Maldonado, que era entonces misionero en Acoma, fue asesinado por su rebaño el diez o el once de agosto de 1680 (…).

Conviene no perder de vista un hecho muy importante. No tan sólo llevaron a cabo esos maestros españoles una obra de catequesis como no se ha realizado en parte alguna, sino que, además, contribuyeron grandemente a aumentar los conocimientos humanos. Había entre ellos algunos de los más notables historiadores que América ha tenido, y eran contados entre los hombres más doctos en todos los ramos del saber, especialmente en el estudio de las lenguas. No eran menos cronistas, sino versados en las antigüedades del país, en sus artes y en sus costumbres” Charles F. Lummis.

DOMINIO PROPIO

Pero para un cristiano, esta cualidad va mucho más allá de controlar nuestro temperamento. Para un cristiano, el dominio propio se trata de resistir la tentación de quebrantar la ley de Dios (incluyendo perder los estribos) y reaccionar ante otros sin demostrar el fruto del Espíritu Santo en nuestros pensamientos y acciones. Toda acción comienza en la mente y, por lo tanto, tener dominio propio implica tener control absoluto de nosotros mismos, “llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Corintios 10:5).
Nuestra naturaleza humana siempre nos dirá que el pecado es “natural”. En Romanos 7:23, Pablo describe esta tendencia como “otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros”.
Debemos recordar que lo “natural” es parte de este mundo que está temporalmente gobernado por Satanás el diablo (2 Corintios 4:3-4) y, como cristianos, reconocemos que el dominio propio incluye abstenernos del mal de este mundo.

El Papa es la cabeza visible de la Iglesia

La Iglesia tiene una cabeza visible que es el Romano Pontífice  a quien Dios entregó las llaves del Reino de los Cielos y dio una autoridad suprema de tal manera que lo que el Papa ata en la tierra será atado en el cielo, y lo que desata en la tierra será desatado en el cielo; Cristo puso al Papa como centro de unidad y de Gobierno y le confió la misión de apacentar no solo a los fieles, sino a los demás pastores, es decir, a los Obispos.  Es doctrina esencial de los protestantes  rechazar rotundamente el primado de jurisdicción del Romano pontífice, a quien desde la época de Lutero se le llama el Anticristo en persona. 

Cristo instituyó una sociedad jerárquica, en la que dotó a los Apóstoles de la triple potestad; de orden, de magisterio y de jurisdicción para regir a los cristianos.  Esta potestad fue trasmitida a sus sucesores.  Esto es una verdad de Fe enseñada por León XIII y definida por el concilio Vaticano I. es decir que es obligatorio creerlo.

La Iglesia es el reino de Dios en la tierra, el cual recibirá su plenitud en el cielo.  Cristo lo compara con el redil, alrededor del cual habrán de congregarse todos los hombres, hasta constituir un solo redil bajo el cuidado de un solo pastor (San Juan X,16)

La identificación del reino de Dios, que Cristo vino a predicar con la Iglesia, aparece claramente en las palabras con las cuales Jesús prometió a San Pedro el primado de Jurisdicción: “Yo te digo a ti que eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia… Yo te daré las llaves del reino de los cielos y cuanto atares en la tierra será atado en los cielos, y cuanto desatares en la tierra será desatado en los cielos (San Mateo 16, 18,19)

Pero, ¿cómo alcanza el hombre el reino de Cristo?  El hombre para alcanzar el Reino de Cristo en el Cielo, necesita pertenecer al Reino de Cristo en la tierra, o sea, a la Iglesia y practicar la vida cristiana que le ha sido comunicada con el bautismo y para cuya conservación es necesario recibir la Sagrada Eucaristía: “En verdad, en verdad os digo que si no coméis la carne del hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros”… EL que come de este pan vivirá para siempre (San Juan 6, 53 y 58).

Hay quienes juzgan que pueden dividir la unidad de la doctrina cristina y que se puede creer y practicar algo de la Religión y que es lícito no creerla ni practicarla toda, y así, toman del cristianismo, no lo que este prescribe, tanto en sus dogmas, como en sus preceptos, sino lo que a ellos acomoda.  ¿Es, acaso este, una especie de disfraz con el cual se pretende cumplir una clase de ateísmo?

Muchos de los que conservan un sentimiento religioso y algo de piedad, en la práctica no consideran como un negocio de importancia vivir cristianamente.

No bastan las creencias floja e indecisas en un Dios vagamente definido; no basta practicar el bien de la manera que cada uno lo entiende; no basta ser honrado y virtuoso a la manera que lo son los que no tienen fe; ni basta invocar para ello el dictamen de la razón y de la propia conciencia, porque esto, a pesar de las apariencias de rectitud y buena intención, no pasa de der un racionalismo orgulloso, que no quiere ley superior para la creencia y las para las costumbres.

La religión en sí no puede partirse, ni mutilarse.  La doctrina de Cristo forma un todo, tanto en sus dogmas como en sus preceptos, que es indivisible.  Por lo tanto no es posible servir a dos señores: a Dios y al mundo.

Jesucristo instituyó una sociedad jerárquica y visible que llamó Iglesia, a  la que confió su misión divina.

Se dice que para que alguno pueda llamarse fundador de una sociedad se requiere que: convoque a una multitud; que los una mediante la designación de un fin común;  que establezca los medos necesarios para conseguir ese fin; y que, cree una autoridad como principio de unión.  Pues bien,  Nuestro Señor Jesucristo, cumplió con estas condiciones:  (i) Convocó una multitud “Enseñad a todas las gentes” (San Mateo 28, 19); (ii) Señaló un fin común y sobrenatural, que es la salvación del alma: “El que creyere y fuere bautizado se salvará”, (San Marcos 16,16); Instituyó medios aptos para alcanzar este fin: aceptar la doctrina y recibir los sacramentos: “el que creyere y fuere bautizado se salvará”, (San Marcos 16,16); y, (iv)  designó e instituyó la autoridad: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra: Id, pues, enseñad a todas las gentes”… (San Mateo 28, 18,19).  “Como me envió mi Padre, así os envío yo”, dijo a los Apóstoles. San Juan 20,21 “El que a vosotros oye a mí me oye, y el que a vosotros desecha, a mí me desecha…  (San Lucas 10, 16.

Con toda razón se puede decir que Cristo es el fundador de una sociedad a la cual Él mismo llamó Iglesia.  Esta sociedad, es jerárquica, es decir que en ella una persona, o un conjunto de personas ejercen el imperio o sea la autoridad.

Hay tres jerarquías, todas presentes en la Iglesia: la de orden, para ejercer los actos que buscan la santificación de las almas, el culto y los sacramentos; la de magisterio, para enseñar a los fieles las verdades que se refieren a la fe y a las costumbres; y, la de jurisdicción, la de jurisdicción que es la potestad sagrada de gobernar a los fieles.

Laa Jerarquía de jurisdicción está compuesta por el Romano Pontífice, que gobierna toda la Iglesia, los Obispos que gobiernan las diócesis con sujeción al Romano Pontífice y los Párrocos que gobiernan las parroquias con sujeción a sus respectivos Obispos.

Cristo dio esta potestad a la Iglesia cuando dijo a los Apóstoles:

1. “El que os recibe a vosotros a mí me recibe, y el que me recibe a mí recibe al que me envió” (San Mateo 10, 40)  a Contrario Sensu,  el que no los recibe, no recibe a Jesús, y no recibe al que lo envió, o sea al Padre. 

2.  “El que a vosotros oye, a mí me oye y el que a vosotros desecha a mí me desecha, y el que me desecha a mí desecha al que me envió” (San Lucas 10, 16), a Contrario Sensu…

3. Pero además Cristo empeñó su palabra a los Apóstoles, haciéndose solidario con ellos en el ejercicio de su autoridad.  “En verdad os digo, cuanto atareis en la tierra será atado en el cielo, y cuanto desatareis en la tierra será desatado en el cielo” (San Mateo 18,18).

No olvidemos que atar y desatar en el lenguaje rabínico significa prohibir y permitir.

4. Cristo también dio a la Iglesia la potestad de dirimir las controversias, así hablando de la corrección fraterna  ordena que se haga particularmente, luego delante de testigos y, finalmente, “si los desoyere, comunícalo a la Iglesia y si a la Iglesia desoyere sea para ti como gentil o publicano” (Sn Mateo 18, 15,17). Considerar a una persona gentil o publicano es excluirla de la comunidad de los fieles

5. Finalmente,  Cristo prometió a San Pedro, después de que el Apóstol hizo una confesión pública de su divinidad darle la potestad de gobernar a toda la Iglesia “Yo te daré las llaves del reino de los cielos y cuanto ates (prohíbas) en la tierra será atado en los cielos y cuanto desatares (permitas) en la tierra será desatado en los cielos, (san Mateo 16,19.

No somos las ovejas las encargadas de decir sin el Papa lo es, o no lo es, por supuesto que tenemos que conocer nuestra Fe, y la doctrina que nos enseñó Cristo y tenemos el Sensus Fidei y tantas cosas que ayudan al discernimiento, tenemos la obligación de pedir al pastor que explique y se corrija dónde veamos que hay un error.

Última consideración, ¿por qué tener tanto miedo a la Divina Providencia?  ¿No está acaso Dios pendiente de cada cosa que nos pasa a cada uno de nosotros?, ¿no estará al tanto de lo que ocurre en su Santa Iglesia? Vale la pena recordar la doctrina de Cristo acerca de la Divina Providencia.

Dios vela por los suyos y tiene una especial Providencia sobre cada uno de nosotros y de nuestras cosas, sin escapársele ni un detalle: “Aún los cabellos de vuestra cabeza están contados todos…” “pero no se perderá un solo cabello de vuestra cabeza…” (San Lucas 12,7 y 21,18).

Mirad las aves del cielo no siembran, ni siegan, ni encierran en graneros, y vuestro Padre celestial las alimenta…  mirad los lirios del campo cómo crecen; no se fatigan, ni hilan… Pues si la hierba del campo que hoy es y mañana es arrojada al fuego, Dios así la viste, ¿no hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe? (San Mateo 6, 26-31).