MAS DEL INFIERNO | PARTE DOS DE LA CARTA A MI HIJA HABLÁNDOLE DEL INFIERNO

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Bueno Sofí: Tremendo problema que se me armó, por haber escrito la carta anterior en la que te hablaba del infierno, la verdad es que, como habíamos quedado, empecé esta serie de cartas, hablando de esa realidad tan dura porque es el sitio al que más fácil podemos llegar con las cosas que estamos haciendo con nuestras vidas y sobre todo con las que dejamos de hacer.  El plan original era hablar del infierno, del purgatorio y por último, para cerrar, al menos por ahora, el ciclo de las postrimerías, una carta súper especial, para hablar solo del cielo, del hermoso, deseado, pero tristemente esquivo cielo.

De todas maneras, como no sabemos cuántas veces te pueda volver a hablar de estas cosas, porque vaya uno a ver cuáles son los planes que Dios tiene para nosotros, me voy a extender más y te voy a dar más ejemplos, de pronto no tengamos un mañana, para que te los vuelva a contar.

Bueno, pues tenemos que seguir insistiendo sobre el infierno, muchos creerán que me he equivocado y que soy un exagerado, cuando en realidad lo único a que te invito es a que analicemos las consecuencias de nuestros actos, de los actos buenos y de los actos malos, quien evalúa solo las consecuencias buenas, se hace imprudente y negligente.  Sería como el negociante que al hacer las cuentas para montar un negocio pensara solo en los ingresos y en las rentas y desechara sin analizarlos, los gastos y los riesgos propios del sector, o del país.  

En la vida es necesario abandonar las actitudes fanáticas, por eso te invito a que nunca te montes en el fanatismo de la misericordia de Dios, ni en ningún otro, cree en ella, búscala, ansíala, disfrútala, pero no la sobrevalores, tenla siempre presente, pero dale el valor real que tiene. Nunca hagas como todo ese montón de personas  que se pegan de ese  concepto chimbo, que tienen, de la misericordia de Dios para creer, absurdamente, que se van a salvar sin hacer nada, como los musulmanes asesinos, que creen erradamente que asesinando cristianos se van a salvar.

Es por lo menos curioso, que ni los estudiosos, ni los santos, hayan sostenido nunca, que la salvación sea posible esperando aplastados la misericordia de Dios.  Solo hasta ahora, y esto es una novedad frente a lo que la Iglesia nos ha enseñado siempre,  algunos de los estudiosos, porque lo de santos estará por verse, sostienen que es más fácil salvarse que condenarse.  Yo no les creo y espero darte razones suficientes para que tú tampoco.

La verdad, toda catequesis debería empezar por el infierno, saber que tenemos un enemigo de nuestra salvación, qué existe, identificarlo e individualizarlo y tomar conciencia de lo mal que nos la pasaremos si nuestro comportamiento no se orienta en la dirección correcta y así, con una valoración objetiva dejamos de actuar como tontos y de creer falsamente que solo por negar el infierno y al demonio escaparemos de ello.  Tengamos claro que uno escapa del demonio luchando contra él, enfrentándolo.

Es necesario, también, tratar de entender cómo es que es el tema de los juicios de Dios, así objetivamente sabremos cómo proceder, porque sabremos cómo seremos juzgados, cómo es que es son los temas de la ira de Dios, su misericordia, su justicia, etcétera y solo después de eso, ahí sí, sentarnos cómodamente a decir que es mejor amar a Dios y temerle, y que su misericordia es eterna y esto o aquello, o, más bien, ponerse a trabajar para ganar el destino de la felicidad eterna Pero, por favor, que estas afirmaciones sean hechas siempre después de haber hecho juicios racionales, nunca emocionales, pues esos son pésimos.

En las normas sobre el discernimiento de espíritus, San Ignacio de Loyola dice que es típico del espíritu del mal tranquilizar a los pecadores.  Por eso es que todos los pecadores creen a pie juntillas que se van a salvar, se les olvida, o no tienen en cuenta, que Dios no puede ser burlado y que quien vive en estado habitual de pecado mortal, está en el camino de la condenación eterna.  Es claro que hay milagros de último minuto, que benefician solo a una minoría, y a menos que sostengamos, irracionalmente, que los milagros son la generalidad de las cosas, estamos obligados a aceptar que para la mayoría de las personas que viven en el estado de pecado mortal, la condenación final es la posibilidad más probable.

San Leonardo de Porto Maurizio, que fue un fraile de la orden de los franciscanos reformados del siglo XVI dio un sermón hermoso, que se llamó “El pequeño número de los que se salvan”, en el que se pregunta, entre otras cosas, si será mayor o menor, el número de los cristianos que se salvan frente al de los que se condenan.  Me llamó la atención también, que ya en esa época, hablaba de los libertinos que siempre están hablando de la misericordia de Dios, que viven sumidos en toda clase de pecados y se quedan profundamente dormidos en el camino al infierno.

Me encantaría poder asegurarte que todos iremos para el cielo, que todos nos salvaremos, me gustaría como hacen los protestantes, o sea los que se denominan cristianos, evangélicos y demás, decirte que solo basta con creer en que Jesucristo dio su vida por nosotros y que solo esto es necesario para salvarnos, pero me parece insuficiente, me encantaría como hacen la mayoría de “católicos”, sí, entre comillas, de nuestras parroquias, decirte que solo con creer te salvarás, serás justificada, pero no lo puedo hacer, prefiero decirte la verdad, respetar tu inteligencia, tu racionalidad, tu libertad y darte los elementos para que analices y decidas racionalmente si trabajas por la salvación de tu alma, o si más bien, pero sabiendo y conociendo, te quedas tranquila esperando una muy segura condenación, pues confío en tu inteligencia.

Sea lo primero asegurarte, que sin lugar a ninguna duda Dios nos quiere salvos y que tenemos un lugar reservado para nosotros en el cielo y que además, cada alma que se pierde produce un dolor infinito en Dios, pero también asegurarte que para la salvación Dios nos ha dado instrucciones y medios claros, no hay suposiciones, ni irracionalidades.

Pareciera que nuestro libre albedrío se orienta más a la perdición que a la salvación, más al caos que al orden, por esos parecemos más decididos a la perdición y a la condena, que a la salvación.   No te puedo decir por qué, pues desde mi punto de vista, no lo entiendo.

Mira por ejemplo algunas ideas tomadas del sermón del “pequeño número de los que se salvan”.  dice San Leonardo, que teólogos reconocidos como los cardenales Cayetano y Belarmino, y el padre Suárez, sobre todo este último, después de consultar a todos los teólogos y de hacer un estudio diligente del asunto, escribió: “el sentimiento más común que se tiene, es que, entre los cristianos hay más almas condenadas que almas predestinadas”.  Los padres de la iglesia, tanto griegos como latinos, sostienen lo mismo: "que son más los que se condenan que los que se salvan",  cuentan que a San Simeón Estilita, de la iglesia griega, le fue revelada, por Dios, esta verdad y de la pura impresión decidió asegurar su salvación viviendo en lo alto de un pilar durante cuarenta años, expuesto a la intemperie, orando y haciendo penitencia.  San Gregorio dice que: “Muchos alcanzan la fe, pero pocos hasta el reino celestial.” O San Anselmo quien declaró: “Hay pocos que se salvan.” O San Agustín, quien afirma aún más claramente: “Por lo tanto, pocos se salvan en comparación de aquellos que son condenados“. Y el más terrible de todos, San Jerónimo, que dijo: “Fuera de cien mil personas cuyas vidas han sido siempre malas, encontrarán apenas una que es digna de indulgencia.”

Pero, ahora sí la sentencia final, pues son nada menos que las palabras de la Sagrada Escritura, las sigo tomando del sermón, dice que cuando el diluvio universal, en tiempo de Noé, la raza humana entera quedó sumergida bajo las aguas y sólo ocho personas fueron salvadas en el Arca. Nadie menos que San Pedro dice: “Esta arca, es la figura de la Iglesia“, y San Agustín, añadió: “Y estas ocho personas que se salvaron significa que muy pocos cristianos se salvan, porque son muy pocos los que sinceramente renuncian al mundo, y aquellos que renuncian al mundo sólo con palabras no pertenecen al misterio que representa esta arca.” Dice también la Biblia que solo dos hebreos de cada dos millones entraron en la Tierra Prometida después de salir de Egipto, y que sólo cuatro escaparon del fuego de Sodoma y de las otras ciudades que se incendiaron y perecieron con ésta.  ¿Qué quiere decir esto? Pues que el número de los condenados, que será arrojado al fuego como paja, es mucho mayor que la de los salvados.

Pero no son las únicas citas, cuando le preguntan a Nuestro Señor Jesucristo “¿Señor, son pocos los que se salvan?” contestó, “esforzaos por entrar por la puerta angosta, porque muchos, os digo, tratarán de entrar y no podrán” y en otro pasaje dice: “muchos son los llamados, pero pocos los elegidos”, fíjate lo raro, el Dios de la misericordia que tanto nos predican, se queda sin  misericordia y no llama a todos, solo a muchos, y lo que es peor de esos muchos, solo pocos serán elegidos, como en contravía de todo lo que nos tratan de enseñar ahora, no?  De todas maneras es un tema para pensar.  Además pide que nos esforcemos para entrar por la puerta angosta, porque muchos trataran de entrar, por la puerta ancha de sus propias pasiones, y no podrán.

San Vicente Ferrer, relata que un archidiácono en Lyon renunció a su cargo y se retiró a un lugar desierto para hacer penitencia, y que murió al mismo día y hora que San Bernardo.  Después de su muerte, se le apareció a su obispo y le dijo: “Sepa, Monseñor, que en el mismo momento que morí, treinta y tres mil personas también murieron. De esta cifra, Bernardo y yo fuimos al Cielo sin demora, tres se fueron al purgatorio, y todos los demás cayeron en el Infierno.”

Otro padre franciscano, en una prédica, representó la fealdad del pecado de impureza tan fuertemente, que una mujer cayó muerta de tristeza en frente de todos. De repente volvió a la vida y dijo: “Cuando fui presentada ante el Tribunal de Dios, sesenta mil personas llegaron al mismo tiempo de todas partes del mundo; de ese número, tres fueron salvadas al ir al purgatorio, y todo el resto fueron condenadas”. 

Pero, ¿por qué la proporción de los que se salvan es tan baja frente a los que se condenan?  Siguiendo el razonamiento de este santo, dice que se salvan los inocentes y los arrepentidos, pero no los que no se arrepienten, ni tampoco los que se arrepienten mal, pues ese es el requisito para optar por la misericordia de Dios, acudir al tribunal del perdón, arrepentirse.

Las personas llegan a su destino de acuerdo con el camino que eligieron, el que toma el camino del mal llega al infierno, el que toma el camino del bien al cielo, no es racional creer que tomando el mal camino se llegue al buen destino, claro que existe la posibilidad, como ya te dije, de que por un milagro de último momento, quien va por el mal camino, llegue al buen destino, pero fíjate, el milagro es tan excepcional, que por eso es milagro, y no deja de confirmar que solo sus pocos beneficiarios serían salvos, todos los demás se perderían.

San Juan Crisóstomo creía que muchas personas caminan hacia el infierno a lo largo de su vida y no entendía por qué la gente se sorprende al concluir que terminen en el infierno.  Imagínate cuántos se mueren sin alcanzar a arrepentirse, por una bala perdida, en una tragedia natural, en una operación, simplemente dormidos, o por ejemplo, el caso de los enfermos que se confiesan, por única vez en su vida, en el último momento, acaso se salvarán, yo pienso que ahí es donde se necesita el milagro de la misericordia de Dios, pues se trata de una persona que no se sabe confesar, angustiada, inestable, asustada, sin saber ni siquiera que es pecado, y además con el demonio encima confundiéndolo y tentándolo, buscando por todos los medios echarlo al infierno. 

Ojo, siempre ten presente que la misericordia de Dios es grande.  Sí, eso es cierto, pero para los que le temen y también que su justicia es grande para los que no le temen, y que además condena a todos los pecadores obstinados.

Entonces pilas, porque claro que hay muchas personas que se salvan, obvio, por eso San Juan en un pasaje dice “yo vi una gran multitud", y en otro con palabras de Nuestro Señor Jesucristo, “muchos vendrán de oriente y de occidente y harán fiesta con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los Cielos".  No es que esté diciendo que nadie se salve, ojo, lo que te estoy diciendo, repitiendo a los santos, es que son muy poquitos los que se salvan frente al número de los que se pierden.

Dice, en Juan 17, 25, nuestro Señor: “Padre Justo, el mundo no Te ha conocido“, por qué no dice padre “Padre Todopoderoso, Bondadoso y Misericordioso“. Dice “Padre Justo“, por que se debe entender, en sana lógica, que de todos los atributos de Dios, ninguno debe ser más reconocido que Su justicia.  Sabes qué es lo que pasa, que los hombres se niegan a creer lo que tienen miedo a sufrir.


El padre misericordioso y bondadoso, que también existe, aparece, pero después del perdón, del arrepentimiento.  Por eso el que cree y obedece vive con el padre misericordioso, y el que cree pero no obedece, al igual que el que no cree, convive con el padre justo.

No me vayas a malinterpretar, no estoy diciendo que Dios te condena, tampoco a mal entender, independientemente de lo que predican los pelagianos, los protestantes, los evangélicos, los malos cristianos, los herejes, sobre salvación gratuita, cuando estás en el juicio frente a Dios, si te condenas, la condena proviene de ti, pues todo el que está condenado lo está por su propia malicia y porque quiere estar condenado.  Como ya te lo he dicho Dios quiere que todos los hombres se salven y todos nos encontramos en necesidad de la gracia de Dios, la condena, pues, depende del hombre y de su propia malicia, en ningún caso de Dios.  Dios lo que nos pide es que enderecemos nuestros camino, dejemos el pecado, si nos convertimos viviremos. y ahí sí, en esa conversión se tendría un maravilloso encuentro con la Misericordia infinita de Dios.

Te invito a que vayamos juntos a la capilla y frente al santísimo, arrodillados le digamos a Jesucristo, con el corazón en la mano: “Señor, confieso que hasta ahora no he vivido como cristiano. No soy digno de ser contado entre Tus elegidos. Reconozco que merezco ser condenado; pero Tu misericordia es grande y lleno de confianza en Tu gracia, Te digo que quiero salvar mi alma, aunque tenga que sacrificar mi fortuna, mi honor, y hasta mi vida, con tal que sea salvado. Si he sido infiel hasta ahora, me arrepiento, deploro, detesto mi infidelidad, Te pido humildemente que me perdones por ello. Perdóname, buen Jesús, y también fortaléceme, para que pueda ser salvado. Te pido no la riqueza, ni el honor ni la prosperidad; Te pido una sola cosa, que salves mi alma.”

Te quiero mucho