DEL APOCALÍPSIS

Hemos recibido una pésima formación espiritual. Desde la catequesis inicial en la Primera Comunión, fuimos informados que Dios había hecho el Paraíso Terrenal para que nosotros viviéramos en él, pero también, que por el pecado de Adán y Eva habíamos sido expulsados y que de ahí para acá, todo ha sido tribulación, tristeza, expulsión, o persecución, dando, por supuesto, la imagen de un Dios furioso y castigador.

No nos han contado la segunda parte de la historia, y es que Dios no dejará su obra a medias. El termina lo que empieza y volveremos al Paraíso pues ese es nuestro verdadero lugar, y ese era el plan original del Creador. Ese es el espacio reservado para nosotros, allí viviremos. Su deseo quedó truncado por el pecado original que cometieron Adán y Eva y que desde ese entonces heredamos. Pero ojo, las promesas de Dios no quedan como letra muerta, a Él nos volverá a llevar. Terminará su plan.  Cuando esto ocurra reinará un orden perfecto, renovado y definitivo, donde los hombres no tendrán hijos para sobresaltos, donde todo será de todos, no habrá violencia, pecado, iniquidad, las personas vivirán más de cien años, en fin: El Paraíso.

La historia contada a medias ha causado que mucha gente vea a Dios como un ser castigador, incluso vengativo. De hecho, muchas de las imágenes de su furia nos acompañan y siempre están presentes: la expulsión del Paraíso Terrenal por haber comido del árbol del bien y del mal; el diluvio universal; la torre de Babel; la destrucción de las cinco ciudades Sodoma y Gomorra, Adma, Zoar y Zeboim.

En fin, nos llenaron de toda suerte de malformaciones conceptuales. Quizás por ello, muchos de los nuestros abandonaron la religión Católica y se corrieron a pseudorreligiones. Se cambiaron de la religión del Dios castigador a la del dios bacán, el parcero, el amigo, la llave. Andan buscando respuestas a su espiritualidad en donde quiera que se las ofrezcan. Donde les den respuestas a sus angustias y consuelo a sus necesidades, allá van. Piden prosperidad, bienes materiales, puestos, fama y poder, y las reciben. Y como si se tratara de una guerra de mercadeo, algunos de nuestros buenos sacerdotes Católicos responden con la misma táctica. Se anuncia y se regala prosperidad y bienaventuranza a cuatro manos. Como si de eso se tratara todo, o como si solamente –eso- fuera lo que hay que buscar.

No se puede presentar a Dios ni como castigador, ni como bacán, Dios es justo y es misericordioso, es decir que está en la mitad de los dos conceptos. La Biblia abunda en ejemplos de las dos caras. Es necesario saber las dos verdades y es obligatorio contarlas. El precio de la ignorancia en esta materia es carísimo, y con efectos por toda la eternidad.

Los cristianos católicos hemos recibido buena parte de nuestra catequesis centrados en la visión del Dios severo, si bien, ahora último hay un montón de presbíteros e incluso Obispos, que emulando a los pastores cristianos evangélicos, se han centrado en la misericordia y en la prosperidad. Ambos enfoques, individualmente considerados son errados pues presentan una verdad a medias. Cada grupo presenta la mitad de la verdad que a su juicio más lo impacta. Con el agravante, de que el fundar toda la Fe en la misericordia y la bondad infinitas, puede llevar a las personas a caer en el pecado de la presunción; igualmente, al fundar toda la fe en el castigo podría hacer caer al fiel en la desesperación, en ambos casos llevando el alma inocentemente a la condenación. La misericordia y la bondad son infinitas, pero también lo es la Justicia Divina, o, la justicia divina es infinita, pero también lo son la misericordia y la bondad.

El Más Allá

Es claro que hay un mundo sobrenatural: el más allá. En él hay buenos y malos que tienen injerencia e influencia en lo que hacemos. Los buenos inspirándonos, los malos instigándonos. ¿Nuestra acción? Inclinarnos hacia uno u otro, para eso el libre albedrío.

El primer y principal documento sobre el más allá lo recibimos de Dios, primero en los textos bíblicos del Antiguo Testamento o de la Antigua Alianza, luego con los del Nuevo Testamento o Nueva Alianza. En ellos nuestro Dios Trinitario: Padre, Hijo y Espíritu Santo nos reveló todo aquello que nos es obligatorio creer. Ahí están los dogmas de Fe, la revelación, las profecías, los misterios. En la Biblia se anunciaron todas las cosas que iban a pasar, muchas de ellas ya ocurrieron. Es el único libro del que se han cumplido las profecías palabra por palabra, lo que permite suponer, fundadamente, que lo que todavía no se ha cumplido irremediablemente lo hará.

Dios no anuncia las cosas para entretenernos, asustarnos o hacernos promesas fallidas. Nos prometió un nuevo reino, envió a su hijo Jesucristo para que nos salvara y redimiera del pecado, nos dijo que era lo que teníamos que hacer para alcanzarlas. Nuestro trabajo, como cristianos católicos tiene dos frentes principales: el primero, se enfoca en nuestra propia salvación, pues nuestra muerte y juicio particular puede sobrevenir en cualquier momento; el segundo, consiste en prepararnos para el advenimiento del reino de Dios, que está anunciado. El Apocalipsis nos dice qué pasará y cómo. Explica la severa purificación por la que tendremos que pasar para acrisolarnos. Finalmente entraremos nuevamente al Paraíso Terrenal, pero para eso tendremos que hacer más que únicamente desearlo, o tener actitud positiva, más adelante veremos qué.

El hecho de interpretar la historia de oídas, y máxime cuando se trata de algo tan complejo, ha hecho que se produzca una grave deformación conceptual y eso ha hecho entender el apocalipsis como una gran tragedia, como un gran castigo, cuando finalmente de lo que se trata es de la entrega del premio mayor. La venida de Dios y de su reino. La derrota del mal, su fin, el fin del pecado. El tan anunciado y tan temido fin de los tiempos, no es otra cosa que el fin del mal. Por eso es una fecha que los cristianos católicos vemos y esperamos, con toda la ilusión de que somos capaces.

Siempre se ha considerado al Apocalipsis de la Biblia, como un texto de difícil lectura y de aún más difícil comprensión, y lo mismo, puede decirse de todo lo que se conoce como literatura apocalíptica, pues está llena de textos alegóricos, simbología que solo algunas personas comprenden y parecería que esta se logra por la gracia de Dios. Sin embargo, la misericordia de Dios es grande y ha hecho, que la Santa Virgen María desde 1848 en La Salette y en otras apariciones como Fátima, Akita Japón, Medjugorje, para citar las más conocidas, aclaren los términos del Apocalipsis, en lo que se conoce como profecías particulares. En ellas la Virgen ha venido advirtiendo, contando, preparando, recomendando acciones. También, multitud de videntes que esclarecen y anuncian lo que va a pasar: Luz de María, Agustín del Divino Corazón, Pequeña Alma, entre otros. Personas como Rafael Arango R, que leen los signos y los entienden, dictan conferencias, publican libros, evangelizan, les abren los ojos a los creyentes.

Llevo poco más de dos años leyendo, estudiando y admirándome con estas señales y prodigios, y francamente no puedo estar más convencido de que lo descrito en el Apocalipsis se está dando, se está cumpliendo. El apocalipsis no va a llegar, no va a venir, está pasando.

Desde el siglo primero, por allá en el año 70 se dio el primer gran grito anunciando el Apocalipsis y el fin del mundo. Desde ahí muchos avisos y muchos alaridos se han dado, desgastando la importancia y relevancia que tiene el tema. También se ha anunciado al anticristo tantas veces, que ahora, que sí va a aparecer, pasará lo del cuento del pastorcito mentiroso y cuando se anuncie pocos creerán en él, igual ocurre con el Gobierno Mundial, con la moneda única, con la casi destrucción de la iglesia, la marca del anticristo y tantas cosas que veremos.

Se le advierte a la gente y no cree ni poquito, y eso obviamente es obra del príncipe de la mentira y el engaño. Peor aún, hay toda suerte de profetas de pacotilla y de magos y quiromantes, que hacen predicciones y apuestas sobre el futuro, confundiendo y mintiendo, dañando el juicio recto que las personas puedan tener sobre el tema: Nostradamus, los Mayas, los Horóscopos, el Tarot, en fin. Es bueno tener presente, que a Jesucristo le preguntaron sobre el fin del mundo y dijo, “la fecha y hora solo la sabe mi Padre que está en el cielo”. Si Jesucristo, hijo de Dios Padre, uno de los tres de la Santísima Trinidad desconocía la fecha y hora, suena, como mínimo, amañado el cuento de que unos indios centroamericanos si la conocieran, y que incluso la hayan fijado para el 21 de diciembre de este año.

Pero la confusión y la superabundancia de escritos sobre el tema no le quitan gravedad, desde mi punto de vista se la ponen. No podemos esperar ver dragones rojos, o caballos alados, todo eso tiene explicación. Espero poder compartir la que he recibido. Una vez se leen los signos de los tiempos, se comienza a entender al menos parte de lo que está pasando y francamente, sea cual sea la vía que Dios nos tenga reservada, lo mejor es estar preparados.

Analizaremos las señales contenidas en la Biblia, en las apariciones de la Virgen, en las revelaciones a los videntes, y las confrontaremos con la prensa y con lo que vemos alrededor nuestro.