INTENCIONES DEL PAPA

Cuando para obtener la indulgencia se prescribe orar por las intenciones del Papa, como pasa por ejemplo con el rezo del Santo rosario, se ha entendido siempre que las intenciones del Papa por las que se pide son:  La propagación de la fe, el retorno de los herejes, apóstatas y cismáticos a la verdadera fe, la paz de la Iglesia y las naciones, la conversión de los pecadores y la perseverancia de los justos, es, en consecuencia, un error aclarar que se pide por las intenciones de Francisco o de Benedicto XVI, o por el Papa Emérito, o tal o cual, claro está que en la oración personal se puede pedir por ellos, o por el Obispo de la diócesis o por el cura párroco, o el cura amigo, o el cura pariente, pero tener en claro cuales son las Intenciones del Papa para evitar engañar o ser engañados.

LA VIDA MÍSTICA

Se ha entendido tradicionalmente, que la mística es un camino de tres vías o etapas: la vía purgativa, la vía iluminativa y la vía unitiva. 

En la vía purgativa, se purga la memoria, entendida esta como potencia del alma para limpiarla de los apegos sensitivos que provienen del cuerpo. En palabras de San Juan de la Cruz: “Hay que perder el gusto por el apetito de las cosas”.  El apetito como tal no tiene por qué ser malo, pero sí lo es el apego o gusto que provoca en la memoria, porque la impide orientarse plenamente hacia Dios. La privación corporal y la oración son los principales medios purgativos. El estado en que se sume la memoria, en esta etapa, se llama esperanza.

En la vía iluminativa, se eleva el entendimiento hacia Dios, entendido este como potencia del alma. Una vez limpio el entendimiento de toda relación con las criaturas queda vacío para entregarse a la sabiduría, sabiduría en que se sabe sin necesidad de entender, esta experiencia en la mística se llama Fe.


Por último la vía unitiva, que consiste en la purificación de la voluntad, entendida esta como potencia del alma, en ella el alma alcanza el grado más perfecto de la unión con Dios, pues vaciado el hombre de su propia voluntad, que es lo más suyo, se entrega a Dios en el grado más perfecto de caridad.