Es importante
saber juzgar los actos morales, al final del “sermón de la montaña”, somos
advertidos por Nuestro Señor Jesucristo sobre los falsos profetas, la única
manera que tenemos de desenmascarar a esos falso profetas es haciendo un ejercicio
racional de discernimiento, o de raciocinio, sobre sus prédicas, lo cual
consiste fundamentalmente en el análisis con juicios sucesivos de sus afirmaciones contrastándolas según las
reglas de la lógica formal contra las afirmaciones de la Biblia, del Catecismo
de la Iglesia Católica y del magisterio infalibles de la Iglesia Católica.
Es decir que
de manera racional y lógica deberemos reconocer a los falsos profetas, algunas
señales se nos darán, los reconoceremos por sus frutos, es decir que deberemos
estar atentos a la doctrina que predican, al estilo de vida que llevan, de tal
suerte que podamos distinguir al falso profeta así venga vestido con piel de
oveja, o al falso profeta que predica un evangelio Light, un evangelio sin
puerta estrecha, sin camino angosto, sin infierno, sin condenación, porque a la
gente no le gusta esas prédicas porque las considera agresivas. La única manera que tenemos de distinguir el
árbol bueno del árbol malo, es por los frutos que de él se cosechan.
Las personas
de hoy no solamente no saben cómo juzgar, sino que peor aún ahora están mal entendiendo
que juzgar es un pecado, y por no meterse en la vida de los demás no corrigen
al que yerra, no exhortan al que está actuando mal, es decir que se quedan
cruzados de brazos con toda tranquilidad mirando como su prójimo se dirige
hacia la perdición sin hacer nada por evitarlo, pero además e igual de grave
tampoco oran por ellos, porque ni siquiera vislumbran la maldad de su conducta.
Las personas que dicen y quien es
usted para juzgar quieren imitar a los protestantes que cogen una cita y la
descontextualizan a su favor, pues ni se dan por enterados de que Mateo 7 1No
juzguéis, para que no seáis juzgados -no
condena el acto de juzgar sino la hipocresía, tal y como podemos ver en los
versículos siguientes. Nada hay en ese texto bíblico que pueda significar, o
tan siquiera insinuar que por ningún motivo debamos juzgar como si de un pecado
se tratase- .2 Porque con el juicio con
que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. 3 ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo
de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? 4 ¿O cómo
dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo
tuyo? 5 !!Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás
bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.
Algunos
sacerdotes y obispos de la Iglesia Católica, inmersos en el modernismo están imponiendo
un velo, el velo del “buenismo”, a lo que ha enseñado como correcto la Iglesia
desde siempre. Un cardenal alemán, de
apellido Marx, ha dicho que las uniones de los homosexuales tienen mucho de
bueno, para un católico medianamente formado esto es impensable, así venga de
un cardenal, porque esto contradice totalmente la doctrina católica.
Un católico
formado, partiendo del magisterio infalible de la Iglesia y la recta razón, deberá juzgar que esa afirmación contradice la fe y la ley natural y optará
por rezar y hacer penitencia por este prelado, Marx, para que se convierta,
pero también corregirá y denunciará el
error, a quienes no tengan las cosas claras, pues entiende que solo así
podremos ser como la iglesia de Éfeso que se menciona en Apocalipsis 2, 2 a la
que nuestro Señor felicita por haber juzgado y sacado de entre
ellos a los falsos maestros y evitará que vengamos a ser como la iglesia de
Pérgamo de Apocalipsis 2, 14 – 15 que es
regañada por no haber hecho lo mismo.
En otros
apartes, de mi Biblia, encuentro que San Pablo describe y juzga a la clase de
personas con las que no debemos juntarnos, cuando en la segunda de Timoteo 3
afirma que cuando sepamos juzgar
mejor los actos humanos podremos alejarnos del vicio y acercarnos mejor a la
virtud, es decir, a la santidad.
El católico
bien formado pide a Dios sabiduría para juzgar y rezar, tal y como aparece en 1
Reyes 3, 9 “Concede,
pues, a tu siervo, un corazón que entienda para juzgar a tu pueblo,
para discernir entre el bien y el mal, pues ¿quién será capaz de juzgar a este
pueblo tuyo tan grande?”
Pero también
dice uno de los mandamientos de Dios, el octavo que: “No dirás falso testimonio ni mentirás”, y
en la explicación detallada en los catecismos se nos dice que prohíbe atestiguar en falso en juicio, prohíbe además la
detracción o murmuración, la calumnia, la adulación, el juicio y
sospecha temeraria y toda suerte de mentiras. Sobre este último dice
que el “Juicio o sospecha temeraria es un pecado
que consiste en juzgar o sospechar mal de UNO SIN JUSTO FUNDAMENTO.”
Pero qué es ese
Justo Fundamento, la respuesta se puede encontrar en las
llamadas fuentes de moralidad, es decir aquellas normas que permiten saber si
un acto humano es conforme u opuesto a la norma moral y así así lo es en qué
grado o medida. Estos elementos son
tres: objeto, fin y circunstancias, y cuando el hombre actúa, por su libertad y
el ejercicio que hace de ella es un sujeto moral, es decir que es padre de sus
actos, por eso el Catecismo de la Iglesia Católica, al hablar de la moralidad
de los actos humanos, nos dice claramente que la libertad hace
del hombre un sujeto moral. Cuando actúa de manera deliberada, el hombre es,
por así decirlo, el padre de sus actos. Los actos humanos,
es decir, libremente realizados tras un juicio de conciencia, son
calificables moralmente: son buenos o malos.” Y como se hace dicha
calificación por el JUICIO que se hace de su objeto, del fin y de las
circunstancias de los mismos.
Queda claro
que los actos humanos son juzgables y que tenemos muchos elementos para
hacerlo, tenemos las herramientas y el mandato para hacerlo. Pero, también, es necesario precisar que hay un
juicio que es de Dios, qué es el juicio de las conciencias, y ese solo le compete a Él, pues es en esa conciencia,
el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que está solo con Dios,
cuya voz resuena en lo más íntimo de ella.
Sólo Dios podría juzgarla, sabemos, también, que el hombre tiene una ley
escrita por Dios en su corazón, en cuya obediencia consiste la dignidad humana y
por la cual será juzgado personalmente.
El juicio personal solo puede hacerlo Dios por ser el único que
penetra las conciencias individuales,
pero el juicio moral, lo hacemos
todos porque la Iglesia así lo ha enseñado y además se ha esmerado
para enseñarnos a realizarlo de forma correcta. Es decir que no podemos ni
siquiera aventurarnos a pensar en cual ha sido el destino de una persona luego
de su juicio, pues las circunstancias del mismo solo son entre él y Dios, pero
con total tranquilidad podremos juzgar, como buenos o como malos, como morales
o inmorales los actos que cometió, pues sabemos por las mismas normas que se
nos han dado que cosas están bien y que cosas están mal.
Los
modernistas, nos están empujando hacia el absurdo por cuenta de su insistencia
en condenar los juicios sobre los actos humanos, pues a la final ni el padre de
familia podrá corregir al hijo que yerra porque lo está juzgando, mientras que
los pervertidores desde la academia le estarán enseñando por ejemplo que la homosexualidad
es buena, la sociedad no podrá juzgar y condenar a sus delincuentes porque no
puede juzgar los actos humanos, y así sin fin.
Prácticamente
en todos los actos humanos hay un juicio, al comprar comida juzgo si es más o
menos rica, si engorda o adelgaza; con una amistad si me conviene o no, y no
estoy hablando de acepción de personas.
Casi todas las actividades de un día normal se hacen con criterio de
juicio, si veo una película la juzgo, buena o mala, divertida o aburrida, moral
o inmoral, etcétera.
Vivimos
dentro de un relativismo generalizado en que se niega la existencia de una
verdad absoluta, salvo que sea para afirmar que todo vale, llevando
gradualmente, a los moralistas, a convertirse en enemigos de la moral enseñada
por Jesucristo, y repetida por la Iglesia durante dos mil años, y pasamos de la
Verdad enseñada al “es que a mí me parece”.
No olvidemos
la enseñanza que recibimos del cielo y que aparece citado en la Biblia, de las
cuales traigo adicionalmente estas:
En Juan 7:24 dice “No juzguéis según las apariencias, sino juzgad
con justo juicio.” En esta cita es Cristo mismo quien manda a juzgar con
justicia.
En 1 Corintios 5: 1-3 podremos leer cómo San
Pablo juzga un acto inmoral cuando dice: “De cierto se oye
que hay entre vosotros fornicación, y tal fornicación cual ni aun se nombra
entre los paganos; tanto que alguno tiene la mujer de su padre. Y vosotros
estáis envanecidos. ¿No debierais más bien haberos lamentado, para que fuese
quitado de en medio de vosotros el que cometió tal acción? Ciertamente yo,
como ausente en cuerpo, pero presente en espíritu, ya como presente he
juzgado al que tal cosa ha hecho.” Aquí San Pablo no solo juzga la
inmoralidad del acto, si no que manda a expulsar al inmoral de la comunidad.
1 Corintios 5:9-11 cómo san Pablo manda enérgicamente a no juntarnos con
quienes juzguemos como fornicarios, avaros, ladrones o
idólatras de entre la comunidad cristiana.
En 1 Timoteo 5:20 incluso nos pide que los
reprendamos en público para que los demás aprendan. Esto evidentemente en
completa armonía con Mateo 18:15- Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y
repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano.