El examen de los pecados veniales de San
Antonio María Claret
El alma debe evitar todos los pecados
veniales, especialmente los que abren camino al pecado grave. Oh alma mía, no
basta desear firmemente, antes sufrir la muerte que cometer un pecado grave. Es
necesario tener resolución semejante, en relación al pecado venial. Quién no
encuentra en sí esta voluntad, no puede sentirse seguro.
No hay nada que nos pueda dar tal certeza
de salvación eterna de que una preocupación constante en evitar el pecado
venial, por insignificante que sea, y un celo decidido y general, que alcance
todas las prácticas de la vida espiritual, celo en la oración y en las
relaciones con Dios, celo en la mortificación y en la negación de los apatitos,
celo en obedecer y en renunciar a la propia voluntad, ce en el amor de Dios y
del prójimo. Para alcanzar este celo y conservarlo, debemos querer firmemente
evitar siempre los pecados veniales, especialmente los siguientes:
1. El pecado de dar entrada en el corazón,
cualquier sospecha no razonable u opinión injusta respecto al prójimo.
2. El pecado de iniciar una conversación
sobre los defectos del otro o de faltar a la caridad de cualquier otra manera,
aunque sea levemente.
3. El pecado de omitir, por pereza,
nuestras prácticas espirituales o de cumplirlas con negligencia voluntaria.
4. El pecado de mantener un afecto
desordenado por alguien.
5. El pecado de tener demasiada autoestima
por sí mismo o de demostrar satisfacción vana, por cosas que nos dicen al
respecto.
6. El pecado de recibir los Santos
Sacramentos de forma descuidada, con distracciones y otras irreverencias y sin
preparación seria.
7. Impaciencia. Resentimiento, rechazo en
aceptar decepciones, como venidas de la Mano de Dios, porque esto pone
obstáculos en los caminos de los decretos y disposiciones de la divina
Providencia, en cuanto a nosotros.
8. El pecado de proporcionarnos una ocasión
que pueda, aunque remotamente, manchar una condición inmaculada de la santa
pureza.
9. El pecado de esconder a propósito
nuestras malas inclinaciones, flaquezas y mortificaciones auto impuestas, de
quién debería saber de ellas, queriendo seguir el camino de la virtud, de
acuerdo con los caprichos individuales y no según la dirección de la
obediencia. (Nota: Hablase aquí de situaciones en que encontramos
aconsejamiento digno, si lo buscamos, pero nosotros, a pesar de eso, preferimos
seguir nuestras propias luces, no obstante flojas.
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