LA CORRUPCIÓN

La culpa de los escándalos de corrupción se le puede achacar a la conciencia de Miguel Nule. Es que es muy difícil montar una empresa criminal en la que por lo menos uno de los hampones sufra de reatos de conciencia. Seguramente el pobre hombre no pudo volver a dormir después de haber hecho todo lo que hizo, en compañía de sus hermanos y secuaces. Utilizaron todo el poder de su chequera para corromper y corromperse.

Quedaron muy mal los políticos y los empresarios de Colombia. No todos, claro está, seguramente hay muchos que están haciendo las cosas bien. Los que ya quedaron bien fueron los Moreno, esta mañana Samuel habló, lo oí por la radio, resaltó todo lo que su abuelito les enseñó: prohombre de la patria, el único que gobernó luego de usurpar el poder, ¿qué más les habrá enseñado? También en una especie de salida del closet dijo que le podrían cortar la flor, pero no la (maldita) primavera.

Hay muchas aristas que es necesario analizar pero yo quiero hacer énfasis sólo en una de ellas, la cual someto a su análisis y consideración.

Centrándonos en torno a la familia Nule, sus operaciones reportan pérdidas para las finanzas públicas por el orden de los US 400 millones y subiendo, ya alguien habló de un billón de pesos, porque además de la plata que se embolató, tocará presupuestar la que toca meter para completar todo aquello que quedó a medias. Solamente a la 26 hay que meterle quinientos mil millones de pesos adicionales, según dijo un concejal de apellido Galán.

Se destapan varias vainas. Según la confesión de quien pagó las coimas, los porcentajes girados a la familia de Samuel o al Gobierno de Uribe son del orden del 6% de los contratos, aunque no se sabe aún si sobre valores netos o brutos. Esta es por lo menos una buena noticia, pues siempre se ha creído que el porcentaje era mayor, del 20 y 30%, tanto así que en algunos chistes se evoca al expresidente Turbay, cuando en algún magistral momento de la política nacional dijo que la corrupción había que ponerla en sus justas proporciones. Lo que no se sabía entonces, pero hoy se aclaró, es que la expresión “llevarla a sus justas proporciones”, tenía que ver con aumentarla al 10%. Yo tiendo a estar de acuerdo con esta tesis porque el 10% es la medida universal de la propina, de la coima. Si a los meseros le dan el 10% de comisión sobre las ventas, es necesario dar lo mismo a los contratistas del Estado, ¿cuál será el fundamento para que esté en el 6%, será que merecen menos?

Las necesidades de los funcionarios públicos corruptos y de los contratistas del Estado son altas: tienen que mantener la acción de un club, como por ejemplo la del Nogal, la matrícula y pensión de los niños en un colegio de esos de los que valen un infierno al mes, sostener un tren de gastos elevado para estar en el parche de los amigazos ricos y nuevos ricos con quienes se tratan y a quienes se quieren y tienen que parecer, pero también, los viajes a USA y a Europa, el avión privado, los yates, las peñas y las yeguas, y demás. Todo esto vale y vale harta plata.

Pero no sólo es estar de acuerdo con el aumento de la comisión, también se generarán varios problemas que deben ser analizados. El primero tiene que ver con la sanidad de las finanzas públicas de la Nación. Al aumentar en un 4% la comisión bajo cuerdas a los funcionarios, grandes cantidades adicionales de billetes circularían por la economía, lo que ejercería una presión injusta a la inflación, pues toda esa plata tendría que gastarse creando una falsa ilusión de riqueza y llevándonos de alguna manera a padecer una especie de enfermedad holandesa, la cual podríamos llamar la enfermedad barranquillera, como pingue homenaje a la ciudad que tanto experto en corrupción ha aportado a la Nación, pues todos estaríamos con los bolsillos llenos de billetes, pero altamente devaluados o sea ricos, pero con billetes de monopolio. Sin embargo, no todo es negativo. No todo se puede llevar a gasto. Será necesario ahorrar, en dólares por supuesto, lo que podría, al aumentar su demanda, jalar hacia arriba la tasa de cambio favoreciendo a los exportadores y ayudando al Banco de la República a cumplir con su mandato constitucional. Habría que estudiarlo.

Otro problema que se insinúa es el siguiente: como los porcentajes de remuneración por corrupción son tan bajos, seguramente se están aplicando a mayor cantidad de contratos. Es una consecuencia lamentable pero la culpa la tiene el mercado. Si se paga tan poca plata por cada contrato, es obvio que se tenga que aplicar a más contratos. Los derechos humanos de los funcionarios públicos corruptos y de los contratistas se mantienen y como tales el Estado debe garantizarlos, y ellos definitivamente no tienen la culpa, sus gastos son los mismos o incluso superiores.

Por lo pronto el problema no parece tener solución. Es vergonzoso y de sentarse a llorar. Que dolor que la poquita plata se vaya a tan pocos bolsillos y que el ciclo de la pobreza siga perpetuándose en el país.

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