¿AMAR A LOS ENEMIGOS?

En los tratados de moral, al hablar de los deberes para con el prójimo, encontramos los deberes de caridad, allí con lo primero que nos encontramos es con el precepto de caridad para con el prójimo, dentro de este tema se analiza la obligación de amar a los enemigos, que dice más o menos lo siguiente:

El precepto de la caridad para con el prójimo

Existe un precepto especial de amar al prójimo con amor de caridad sobrenatural externo e interno.
                -amor es natural, espiritual o sobrenatural
                -prójimo, son todas las criaturas de Dios capaces de Gloria Eterna, o sea todos los hombres, los bienaventurados del cielo, las almas del purgatorio.

No los condenados del infierno, porque son irreparablemente enemigos obstinados de Dios e incapaces de la gloria eterna.  Amarles a ellos equivaldría a odiar a Dios.

Este amor sobrenatural al prójimo ha de albergarse en el corazón (amor interno) y ha de manifestarse al exterior (amor externo) siempre que se presente la ocasión o lo requiera el caso.

Casos especiales:

a.       Amor a los pecadores.  Dijo San Agustín, el pecador en cuanto tal no es digno de amor, sino más bien de odio.  Hoy se matiza esta expresión diciendo que se ama al pecador pero se odia al pecado.  Santo Tomás por su parte, dijo que el pecador se aparta de Dios para satisfacer sus pasiones, parece que se amara más así mismo, en realidad se odia porque amarse es procurarse bien, en tanto que odiarse es procurarse el mal
b.     El amor a los enemigos.

1.    Hay que amar a los enemigos con verdadero amor de caridad, pero no en cuanto enemigos, sino en cuanto hombres capaces de la eterna bienaventuranza.  Enemigos son los que nos injurian y los que nos odian.  Amamos a los enemigos no porque lo son sino a pesar de ello.

No se nos exige amar a los enemigos con afecto sensible como amamos al amigo, porque la caridad para con los enemigos es estrictamente sobrenatural y, por lo mismo, no es necesario sentirla en la parte sensitiva y pasional.

2.    El amor a los enemigos obliga a deponer todo odio de enemistad y todo deseo de venganza.  

     Pero, ojo, si la venganza busca corregir el bien del culpable por medio del castigo, como lo sería logrando su enmienda, o, al menos, su cohibición, tranquilidad de los demás y ejercicio de la justicia y del honor debidos a Dios, entonces podría ser lícita la venganza.

3.    El precepto de amar a los enemigos obliga a otorgarles ordinariamente los signos comunes de amistad y afecto y en algunas circunstancias incluso los signos especiales.

Los comunes, no son otros que el saludo, contestar si se le pregunta, pero no es necesario adelantársele al saludo.

Los especiales se reservan únicamente para los familiares y amigos y no es obligatorio ofrecérselos a los enemigos.

4.    El precepto de amar a los enemigos obliga a procurar la reconciliación lo más pronto  posible.  La intención debe ser inmediata.

¿es mejor y más necesario el amor al enemigo que al amigo?

No, es más perfecto y meritorio el amor al amigo que al enemigo; porque es más meritorio amar a los mejores, y es mejor, el amigo que nos ama, que el enemigo que nos odia.

EL INFIERNO

Las afirmaciones a cerca del infierno son con el único interés de alertar sobre el hecho incontrovertible, además de fe, que tiene que ver con el hecho de que una vez muera nuestro cuerpo material nos enfrentaremos a la realidad eterna a que nos hemos hecho acreedores y pude ser vida, pero también muerte, en ambos casos eterna y en ambos casos irreversible.

Todos sabemos, porque así está escrito en la Biblia y en esa realidad nos educaron, que Dios nos creo, casi tan perfectos como a los ángeles, para que lo adoráramos y para nuestra propia felicidad, esta realidad, este plan original se vio trastocado por cuenta del pecado original, que implicó que fuéramos expulsados del Paraíso y enviados a este valle de lágrimas.

Solo por comer del fruto del árbol del Bien y del mal, fuimos castigados y expulsados del Paraíso, desde ahí, conscientes de nuestra desnudez y condenados a ganarnos el pan con el sudor de la frente y esclavos del pecado.   Primera gran prueba de que Dios si castiga.  Castigos de los que tenemos multitud de ejemplos: La Torre de Babel, Sodoma y Gomorra, el diluvio universal, la persecución y expulsión de Israel, su pueblo durante 1.800 años.

Nuestro Dios es un Dios de amor, es un Dios de Misericordia, es lo máximo, pero también y no nos llamemos a engaño, es JUSTICIA INFINITA no seamos inocentes, no nos comamos las herejías y las patrañas que ahora nos están tratando de meter por entre los ojos algunos curas.  Claro que Dios nos ama y nos quiere con Él, tanto así, que para redimirnos del pecado envió a su hijo, Nuestro Señor Jesucristo para que diera su vida por nosotros, derramó en la cruz hasta la última gota de su sangre para el perdón de nuestros pecados.  Pero esto no es así no más.  El nos creo gratuitamente, eso es verdad, nos llenó de dones, también es cierto, pero la salvación necesita de trabajo y esfuerzo por parte nuestra.  Pretender únicamente, que porque Dios es amor, por eso nos salvaremos del castigo, no solamente es irresponsable, sino que además es pecado, es pecado mortal y es uno de los únicos cinco pecados que no tiene perdón porque es el pecado de presunción y va contra el Espíritu Santo.

Desafortunadamente, para nosotros, la única que solamente es misericordia, y que nos podría ayudar a la salvación sin esfuerzo como lo pregona la teología Hedonista que tanto gusta sería la Santísima Virgen María, pero con un inconveniente grande, ella no nos puede salvar, pues ella solo intercede por nosotros, la salvación es un asunto nuestro, con Jesucristo y pare de contar.

A pesar de lo que digan algunos curas y obispos, el infierno existe, y además es un dogma de fe, luego es obligatorio para todos los católicos creer en su existencia, es un lugar, es un estado de la mente, es un castigo eterno y además es terrible, porque una vez muere la persona enfrenta su juicio particular frente a Jesucristo, conoce su grandeza y prueba el amor infinito, la verdad infinita, la misericordia infinita, lo malo, es que también prueba la Justicia Infinita.  Y el juicio consiste en que la persona compara su vida, sus hechos, sus actos, sus ejecutorias, contra la palabra, contra Dios, y el alma sabe en ese momento cual es su destino, si el cielo, el purgatorio o el infierno.

Si el destino es el infierno, ese terrible lugar, el alma es privada de la chispa del Espíritu Santo que tiene, por eso se dice que el infierno es la ausencia de Dios, esto es terrible, no como lo tratan de pintar algunos, es que, una cosa es no sentir a Dios teniéndolo, como nos pasa a todos muchas veces a lo largo de la vida y otra es no sentirlo porque no lo tiene, ese es el primer castigo del infierno, ausencia que se mantendrá a lo largo de la eternidad; el segundo castigo es saber de lo que se está perdiendo, pues durante el juicio particular estuvo frente a Él y percibió lo infinito de sus dones y de sus bendiciones; el tercer castigo, tiene que ver con la presencia permanente de Satanás, recuerde el susto que genera estar frente a una persona mala, así sea por segundos, que tal estar frente a la encarnación del mal por toda la eternidad, piense en eso, cómo será ese terror; el cuarto castigo, es estar en el lago de fuego, pagando, las consecuencias del pecado y el suplicio correspondiente al pecado cometido.  Solo odio, dolor, y mal.  Por toda la eternidad.

Nuestro Señor menciona varias veces la existencia del infierno. Basta ver la sentencia de Mateo (25) “Id malditos al fuego eterno”, y el Apocalipsis nos habla del “lago de fuego. Casi todos los Concilios han declarado de fe pública la existencia del infierno y purgatorio y consideran hereje a quien lo niegue. Por ejemplo el Concilio Lateranense IV (D. 801) dice va a él, los que mueren en pecado mortal (D1002; D 1306, Etc.), el purgatorio es verdad de fe divina y católica definido por los Concilios de Lyon (D8569) Florentino (D1304) y Tridentino (D1820) refrendados por el Vaticano II (Lg. (Nos. 48,49,50).  Tomado de una carta de Rafael Arango R.

El catecismo de la Iglesia Católica, ordenado y realizado por Juan Pablo II y por el papa Benedicto XVI, cuando era cardenal, desde el numeral 1033 advierte sobre la existencia del infierno, sobre esa realidad tan terrible y siguiendo las enseñanzas de Cristo, la Iglesia advierte a los fieles de la triste y lamentable realidad de la muerte eterna, llamada también infierno.

La Virgen en Fátima muestra el infierno a los niños, que terriblemente asustados convierten sus inocentes vidas en una penitencia total. De su gravedad y dificultad advierten también: Santa Teresa de Jesús, Don Bosco, la Beata Ana Catalina Emmerick, santa Faustina Kowalska, Marthe Robin y muchos otros.

Solo en la mala fe absoluta y en el intento de llevar almas al infierno se puede entender la pertinaz insistencia de teologías modernas Holandesa, Alemana, Hedonista, de la Liberación, negando la existencia y sustrayendo a los fieles de sus obligaciones y cargas para lograr la salvación del alma, pero claro, al negar el castigo, así como el lugar del castigo, podría uno concluir que da lo mismo portarse como Teresa de Calcuta o cualquier persona, pues en todos los casos los méritos o reprimendas por la conducta durante la vida conducen al mismo sitio.  Dios es retributivo, recompensa a quien le obedece y castiga al que no vive su palabra y la rechaza, ignora o desobedece.  Mateo 25: “venid benditos de mi Padre al Reino, pues obedecieron la ley del amor y las obras e id malditos al fuego eterno” para quienes rehusaron obedecer sus mandatos de dar la vida por los demás.  Esta frase es terrible pues llegado el momento de perder a Dios para siempre, el condenado exclamará y se dará cuenta que ha perdido a su Creador, a su Redentor y a su Padre.  Ha perdido a Dios y con dios ha perdido a María, ha perdido la vista de los ángeles, ha perdido todo.  No puede haber nada peor que saberse condenado para siempre.
 
“Muchas almas van al infierno porque nadie ora por ellas”, dice la Virgen de Fátima e invita a la conversión de todos y a no ignorar las realidades eternas y so pretexto de no asustar a las personas, guardar silencio y quitar a las personas el conocimiento de aquello que le infundía “un santo temor de Dios” y terminar con un facilismo religioso en donde Dios se convierte en un alcahuete de nuestros pecados (carta de Rafael Arango).

Se pueden traer decenas de citas bíblicas o doctrinales donde se habla del Infierno, del demonio y del castigo eterno.  Hay libros enteros dedicados a eso.  Le recomiendo, leer directamente del catecismo y de la Biblia y pedir en oración al Espíritu Santo que lo ilumine y lo llene de gracia, y sobre todo a los sacerdotes que no creen en el infierno y arrastran con ellos a muchas almas a la perdición.  Por ver eso es que he decidido no callarme y alertar a la gente.  Abrir los ojos.  Desmontar esa religión farsante y ridícula que algunos sacerdotes están organizando.

Si en el proceso racional, lo que se quiere es usar el criterio de autoridad, debemos utilizar citas de verdaderos teólogos y no de los teologuitos, sí, así en diminutivo, que hoy están tratando de negar la existencia del demonio, le doy citas de verdaderas autoridades en temas eclesiásticos y teológicos, por ejemplo: Santo Tomás de Aquino, uno de los más grandes doctores de la Iglesia, quien dice “...la justicia de Dios requiere la eternidad del infierno como pena indicativa del mal.  Es un principio admitido que debe existir proporción entre la culpa y la pena, entre el crimen y el castigo.  Y en verdad la gravedad de la culpa se deduce de la dignidad de la persona ofendida.  El pecado ofendido a una Majestad Infinita reviste, por lo mismo, una malicia infinita, haciéndolo merecedor de un castigo infinito.  Pero como el hombre es limitado y finito en su ser, no puede ser susceptible de una pena infinita en intensidad, pero puede ser castigado con una pena infinita en duración, es decir, eterna... la existencia del infierno es un dogma de la razón y un artículo de fe”.

San Pablo, otro criterio de autoridad dice: “trabajad con temblor y temor por vuestra salvación”.  Hay dos caminos, uno es estrecho y áspero, por el que caminan unos pocos, y el otro es ancho y lleno de flores, que es por donde camina la mayoría.  Cuando le preguntan Jesús dice, al final muchos querrán entrar y no podrán.

Muchos son los llamados, pocos son los elegidos, la salvación exige violencia, negación de sí mismo y una decidida y férrea voluntad para trabajar por la salvación, con seriedad y disciplina.

Para cerrar vuelvo al principio.  En el Diluvio fueron salvos únicamente Noé con su familia, en Sodoma y Gomorra Lot con sus hijas, pero no son los únicos ejemplos hay muchos más.  Luego algo pasa con el Dios bondadoso, misericordioso, madre, cómplice y parcero que debería salvar a todos como nos lo están tratando de predicar en algunas partes y el Dios de verdad que castiga a quien muere sin arrepentimiento.

Con todo el respeto, busquemos a Dios con disciplina, el que aparece en la Biblia y en la doctrina de la Iglesia, el verdadero, es un Dios que exige renuncia, sacrificio, penitencia, negación, morir a sí mismo.  Negarse a sí mismo, coger los propios bienes, venderlos, darlos a los pobres y seguirlo, ese es nuestro Dios, el Dios de la vida eterna, mientras tanto, el mundo nos ha llevado al placer, la comodidad, el poder, el tener, el acumular riqueza, ha recorrer la vida por el camino ancho y lleno de flores, sin esfuerzo alguno para salvar el alma, enfrentándonos sin dudarlo a la condenación eterna.

Apreciado amigo, lo invito a reflexionar, a estudiar, lo que está en juego, además de los comentarios y la sorna y la actitud meliflua y pendeja de algún predicador contra quien trata de abrir los ojos de sus compañeros, es la suerte eterna del alma.